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LOS ESCRITOS DE DISCÓBOLO

LEYENDAS URBANAS

LEYENDAS URBANAS

 

 

Circulan decenas de historias que mucha gente da como ciertas y que en realidad son leyendas urbanas que se han ido manteniendo, y en muchos casos aumentando, por el pueblo, así que cada receptor de la historia, al contarla le ha ido agregando algún detalle de su cosecha que ha creído que podría mejorarla.

 

Ahora mismo me vienen algunas a la memoria; por ejemplo, la mujer de la curva: aquella autoestopista que advertía al conductor que se ofrecía a llevarla que tuviese cuidado con cierta curva porque ella tuvo un accidente en dicha curva que le costó la vida; al mirar el conductor a la mujer, ésta había desaparecido. O aquella en que unos amigos que hacían la oui-ja y el espíritu le dio su nombre y la ubicación de su tumba, comprobaron que era cierto… Otra que no tiene desperdicio es aquella en la que se encontró un submarinista (hombre-rana) en los rescoldos de un incendio. Se había prendido un monte y las avionetas cargaban agua en un pantano; una de ellas absorbió a un submarinista que después dejó caer en el fuego, encontrándose el cuerpo cuando ya se logró apagar el incendio...; en fin, muchas historias de todo tipo.

 

Una que corrió como un reguero de pólvora y la conocía todo el mundo fue la del programa de Isabel Gemio, “Sorpresa, sorpresa”, donde Ricky Martin debía salir de un armario, en una habitación llena de cámaras, para sorprender a una admiradora suya. Los padres de la chica, de acuerdo con el programa, dejaron a la niña sola en su habitación, donde, dentro del armario, se encontraba escondido el cantante. La nena tenía un perro pastor alemán, y, como se aburría, se untó en sus genitales, unos dicen que foie-gras y otros que mermelada, con el fin de que el animal los lamiese y así ella obtener placer sexual. En ese momento Ricky salía del armario con un ramo de flores en la mano y la pillaba en plena faena.

 

La última que he oído ha sido la de la mujer con el bulto en la lengua. Se trata de una mujer que acudió a urgencias empujada por un terrible dolor que le producía un bulto que le había salido en la lengua. Resulta que después de hacer memoria la mujer recordaba que el bulto empezó a raíz de un corte que se hizo con un sobre por el que pasó la lengua para humedecer el pegamento.

 

Indagando sobre la procedencia del sobre se descubrió que provenía de un almacén donde las cucarachas campeaban por sus respetos y se llegó a la conclusión que en el pegamento iban adheridos huevos de estos insectos y uno de ellos encontró cobijo en la herida que el sobre produjo en la lengua de la mujer, y el calor y la humedad hicieron el resto: en el bulto se encontró una cucaracha.

 

 

 

Homenaje a Sabina (Benditos, malditos)

Homenaje a Sabina (Benditos, malditos)

 Benditas sean las raras excepciones,

los moratones de los vulnerables,

los labios que aprovechan los rincones

más olvidados, más inolvidables.

 

Benditos sean los santos milagrosos,

los gordos cariñosos,

los locos que se creen napoleones,

las paridas lesbianas, los dulces maricones,

los mocos de la gente con ventana,

los tuertos que no quieren ver visiones

los muertos que se mueren con las ganas.

 

Benditos sean los ceros a la izquierda,

los que nacieron en ningún lugar,

los de vivas Zapata manque pierda,

las camas que se llaman soledad.

 

El sable del sablista,

la caries del dentista,

los buenos aires,

los malos maridos,

las drogas beniales,

la sopa del cocido,

los listos que parecen subnormales,

los que pudieron ser y no han querido,

los descendiente de los animales.

 

Malditos sean los bultos, los omisos,

los que tiran penaltis de cabeza,

los que para mear piden permiso,

los súbditos del dios de la certeza,

los que adornan las notas de sus hijos,

los probos ciudadanos, los niñatos,

los que follan a con red y a plazo fijo,

los canallas que nunca han roto un plato.

 

Maldita sea la voz de la experiencia,

que casi se equivoca a media suma,

la pipa de la paz con la conciencia,

los ¡oiga, que en mi taxi no se fuma!

los que se mojan poco cuando llueven,

los que se sonríen en las fotografías,

los que progresan porque no se mueven,

los de la escandalosa mayoría.

Benditas sean las rubias calentonas

que se emocionan por pasar el rato,

las tímidas que salen respondonas,

la mancha en la bragueta del beato.

 

Benditos sean los farias con saliva,

los gallos de las divas,

los callos de las piernas de las cojas,

las amapolas rojas,

la abuela en San Fermines,

los récords que no salen en los guinnes,

los cínicos que lloran en los cines,

los tréboles de tres o cuatro hojas.

 

las enfermeras que suben la fiebre,

las tetas de pezón hospitalario,

los gatos que no dan gato por liebre,

los misterios gozosos del rosario.

 

las novias del toreo,

los bronquios del minero,

los tristes que se ríen de la tristeza,

los ricos sin dinero,

los vagos con pereza,

los últimos que llegan los primeros,

los calvos que se quitan el sombrero,

ante la dignidad y la belleza.

 

malditos sean los tontos con medalla,

los hijos de mamita, los chivatos,

los candidatos cierra la muralla,

la letra pequeñita del contrato.

los alcahuetes del polvete ajeno,

la diabetes, el sida, los piojos,

los sorbetes de bilis con veneno,

los que aplauden al príncipe de hinojos.

 

los cuentos de las cuentas al contado,

los tipos de interés de un finiquito,

los que jubilan a los jubilados,

los talibanes del último grito.

 

los que se pasan nunca de la raya

los mamporreros de la simetría,

los que exhiben el móvil en la playa,

los que hacen tratos con la policía.

¿HOMBRES MENTIROSOS?

¿HOMBRES MENTIROSOS?

 

 

He leído en algún sitio que los hombres mienten mucho porque las mujeres preguntan mucho, y esto entra dentro de la lógica matemática: a más preguntas, más posibilidades de mentir.

 

A veces, el hombre no miente con maldad, sino que contesta sin saber lo que dice porque no ha oído bien la pregunta por falta de atención, no porque no le funcione al 100 por 100 su capacidad auditiva, y es que ante una batería de preguntas absurdas, el cerebro masculino tiene un mecanismo de autodefensa que hace que cada vez las preguntas se vayan oyendo más lejanas hasta conseguir no oír nada.

 

—María, tengo que ir al dentista.

—¿Por qué?

—Se me ha desprendido un empaste.

—¿Y cómo ha sido eso?

—No lo sé.

—¿Ha sido comiendo?

—No me he dado cuenta.

—¿O ha sido cepillándote los dientes?

—Que no lo sé.

—Pues, hijo, sí que eres raro.

 

Y qué más da cómo se haya desprendido el empaste, el caso es mantener un diálogo para besugos, que es lo que hace que el marido se vaya aislando del tema y conteste lo primero que le venga a la cabeza, pero sin ánimo de mentir.

 

Eso me recuerda a los “¿y por qué?” de los niños:

 

—Abuelo, ¿por qué vamos a la playa en verano?

—Porque hace más calor para bañarnos.

—¿Y por qué hace más calor en verano?

—¿Por qué el sol calienta más?

—¿Y por qué calienta más el sol?

 

Y así pueden estar preguntando hasta aburrir a un camello. Otras veces su contestación va dirigida a que su mujer oiga lo que quiere oír, aunque este método es para muy expertos porque las mujeres son imprevisibles en sus respuestas. Veamos un ejemplo:

 

—Cariño, ¿te has fijado en la blusa que lleva Encarnita?

 

Esta pregunta es de doble filo: si contestas que no, es que estás en el mundo porque tiene que haber de todo, que pareces tonto, que no te fijas en nada. Si, por el contrario, contestas que sí, te puede caer encima un bombardeo de reproches, como que ya le extrañaba a ella que tú no te hubieses fijado en Encarnita, que vas salido por la vida y que se siente humillada porque te vas fijando en todas las mujeres que se cruzan contigo.

 

Resumiendo: No mentimos, sólo somos víctimas.

 

 

TANATORIO

TANATORIO

 

 

Allí, a la entrada de la sala 12 del tanatorio de la M-30, un cartel indicaba el nombre del finado: Alberto Fernández Pinilla. Debajo del cartel, sobre una mesita, un libro de condolencias donde los amigos iban dejando sus frases más o menos inspiradas.

 

Dentro de la sala se encontraban su viuda, sus huérfanos y familiares, amén de algunos amigos de la familia. Al fondo de la sala un enorme cristal, detrás del cual estaba Alberto en su última “presencia” por culpa de un infarto. Los maquilladores de la funeraria habían hecho un buen trabajo: parecía que dormía plácidamente, no impresionaba su contemplación.

 

Poco a poco se iría produciendo un desfile de amigos y conocidos. El primero en aparecer fue Juan, su compañero de trabajo, quien, después de besar a la viuda y dar el pésame al resto de familiares, se dirigió hacia el cristal. Se quedó de pie frente a Alberto y se santiguó de una forma tan precipitada que hasta a él mismo le pareció patética. Comenzó un monólogo interior “dirigido” al difunto, como si éste estuviese conectado con él telepáticamente: “Lo siento por ti, tío, pero que la hayas palmado me ha venido muy bien: ya tengo tu puesto en la empresa sin necesidad de esperar a tu jubilación; eso me supone casi 200 euros más al mes, con lo que le has dado un alivio a mi hipoteca”.

 

Después apareció el jefe de la empresa, que mientras le decía a su viuda que era una pérdida irreparable por su capacidad profesional y humana, y miraba de reojo si había llegado la corona de flores que le había enviado, pensaba que se había quitado de encima al operario con más antigüedad, y que en otros tiempos sí que era necesario, pero hoy, con los adelantos de la informática, cualquier chaval podría hacer su trabajo por la mitad del salario que él percibía.

 

La gente se iba repartiendo en minúsculos grupos y entablando conversaciones de la más variada gama. Unos hablaban de las bondades del difunto, otros contaban casos que conocían de gente que habían muerto por infartos y algunos contaban chistes y se reían sin pudor a carcajadas.

 

—¿Cómo puede morirse uno teniendo una mujer que está tan buena?

—Lo mismo se ha muerto por eso.

—Pues a mí me gustaría hacer el trabajo del muerto, el que hacía en la cama de su casa.

 

 

Pues eso, que el muerto al hoyo y el vivo al bollo, o como dicen los mexicanos: “el muerto a la barranca y el vivo a la potranca”.

 

 

 

 

 

EL CORREDOR DE LA MUERTE

EL CORREDOR DE LA MUERTE

 

 

Siempre me ha intrigado lo que sienten los presos condenados a muerte, esos que se encuentran esperando su ejecución en lo que llaman “el corredor de la muerte”.

 

¿Pensarán en sus familias? ¿En lo que les ha llevado a esa situación en que se encuentran? ¿Sentirán pánico, terror a la muerte?

 

Supongo que habrá de todo —cada persona es un mundo—; incluso los habrá que deseen que la muerte les llegue lo antes posible. Nadie puede opinar, nadie puede saber lo que piensa, ni siquiera uno de ellos: yo sí, porque yo estoy en “el corredor de la muerte”.

 

Escrito antes del trasplante. 

 

JUSTOS POR PECADORES

JUSTOS POR PECADORES

 

 

A veces pienso, cuando puedo pensar, en pasajes de mi vida, en pequeños detalles que me sucedieron, en frases que oí, sobre todo de mi madre, sabia mujer donde las hubiese. Siempre tenía la frase precisa, el refrán adecuado…

 

Anoche, en el insomnio provocado por algo que no viene a colación, se me vino a la mente la frase tantas veces oída de boca de mi madre que, en las innumerables ocasiones que mi familia pasó dificultades, sobre todo durante mi más tierna infancia, ella decía sin cesar: “No preocuparos, que Dios aprieta, pero no ahoga”, o aquella otra de “Dios proveerá”, y que se fueron cumpliendo, yo creo más por la evolución de la vida y porque los hermanos empezamos a crecer y a aportar un sueldo a casa que por mediación divina…, o vaya usted a saber

                        .

Y yo, que en infinidad de ocasiones he puesto en duda la bondad de Dios, su misericordia, su sabiduría y justicia, e incluso su misma existencia, me hago las siguiente reflexiones: ¿Qué criterio ha seguido para apretarme? ¿No se ha dado cuenta de que al apretarme a mí, también lo hace con mi familia, con mis amigos? Y pienso que esta reflexión la harán millones de personas que lo estén pasando mal.

 

Posiblemente haya hecho daño a alguien, aunque considero que jamás ha sido intencionadamente, pero de lo que estoy seguro es de que mi familia no tendría por qué pagar mis errores, si es que esto se trata de un castigo por los errores cometidos. Así que si es verdad que esto es obra de un Dios, le pido que sea justo, que afloje un poco la mano y que no se cumpla la frase que decía mi madre de que “no nos mande Dios lo que podamos resistir”.

 

 

Escrito antes del traslante.

JARERA (HARIRA) PARA 6 PERSONAS

JARERA (HARIRA) PARA 6 PERSONAS

 

 

INGREDIENTES:

 

                    1 Cebolla grande.

                    ½ kilo de tomates maduros.

                    2 Ramita de apio verde.

                    ½ Manojo de perejil.

                    ½ Manojo de cilantro (culantro).

                    ¼ de garbanzos.

                    ½ kilo de carne (cordero o ternera, mejor ternera, opcional).

                    1 Huevo (opcional).

                    1 Puñadito de lentejas.

                    1 Puñadito de fideos finos.

                    Aceite.

                    Sal.

                    Pimienta verde (6 granos).

                    Harina (opcional).

                    1 Hueso fresco.

 

PREPARACIÓN:

 

Los garbanzos, puestos en remojo desde el día anterior, se proceden a pelarlos, uno a uno (0 comprar ya remojados).

 

La cebolla, los tomates, el apio, el cilantro y el perejil se pican en trocitos muy pequeños por separado, o se pasan por la batidora.

Todo junto se introduce en una olla, excepto el huevo y los fideos finos; es decir:  garbanzos, lentejas, pimienta, sal, aceite, la carne cortada en trocitos pequeños, el hueso, y los vegetales picados o triturados y se pone a fuego no muy fuerte durante ¾ de hora.

Una vez cocido todo, se le añade el huevo poco batido (esto es opcional, dependiendo del gusto de cada cual).

 

Si quieres espesar la sopa puedes añadir un poco de harina (también es opcional y personalmente no me gusta).

Antes de servirla se le añade un puñadito de fideos finos.

 

Espero que lo haya explicado bien. Si tenéis alguna duda me lo preguntáis.

Esta es la sopa que rompe el ayuno del mes de ayuno (ramadán). 

 

 

 

DÉJAME QUE TE HAGA MUJER

DÉJAME QUE TE HAGA MUJER

 

 

 

                                        Llévame al fondo de tu alma

                                        que es como el cielo y brilla como el sol;

                                        cobíjame dentro de tus entrañas

                                        que ocupe yo todo tu corazón.

                                        

                                        Bésame hasta que me hagas daño,

                                        quiéreme hasta hacerme sufrir,

                                        ámame hasta el fin de los años,

                                        deséame igual que yo a ti.

                                        

                                        Destrózame como yo te destrozo

                                        entre las sábanas lascivas del amor,

                                        lléname todo el cuerpo de gozo

                                        que sólo tú enciendes mi pasión.

 

                                        Rózame con tu lengua de fuego

                                        hasta la última fibra de mi piel,

                                        trasládame al séptimo cielo,

                                        mátame, como sabes, de placer.

                                        

                                        Déjame embriagarme en tus encantos

                                        como si fuese la primera vez,

                                        que confundas la risa con el llanto.

                                        Déjame que te haga mujer.