KAFKA vs AZIMOV
De repente se despertó sobresaltado, echó los pies fuera de la cama, se calzó las zapatillas y se colocó el batín. Mientras se dirigía hacia el baño bostezaba, llevando su mandíbula al límite de la luxación. Con los ojos casi cerrados se detuvo frente al espejo y, de pronto, un gemido de terror se ahogó en su garganta. Se frotó fuertemente los ojos y volvió a abrirlos, pero aquella imagen seguía en el espejo. Evidentemente era él, pero con el aspecto que tenía veinticinco años atrás. Muy nervioso, se desprendió del batín y de la chaqueta del pijama y observó que sus músculos estaban tensos, marcados, había desaparecido la adiposidad de su cuerpo e incluso sus sienes canosas habían vuelto a recobrar su color negro original.
Estuvo un buen rato frente al espejo, mientras por su cabeza pasaban miles de pensamientos, algunos sin sentido. Pensó que ésta era su edad real, que el ser mayor debía haber sido un sueño, y corrió a su cartera a mirar su DNI. Allí pudo ver su foto, con sus canas, sus entradas y su fecha de nacimiento, que correspondía a un hombre de cuarenta y siete años.
De repente pensó en su hijo de veintiún años, se dirigió a su habitación y lo encontró dormido plácidamente. Estaba a punto de volverse loco y le horrorizaba la reacción de su mujer, pero armándose de valor se dirigió al dormitorio, encendió la luz de su mesita de noche, y tuvo la segunda sorpresa del día: su mujer, sumergida en un sueño profundo, tenía el aspecto de una chica de veinte años, metida en un pijama de una mujer de cuarenta y cinco años, generosos en carnes. Volvió a apagar la luz, la despertó con mucha delicadeza y empezó a contarle lo que había sucedido:
—Cariño, algo raro ha debido suceder esta noche en esta habitación.
—Por favor, déjame dormir, es muy temprano.
A ella parecía que no le había afectado la historia, o que ni siquiera le había oído. Él la zarandeó con violencia y entonces la mujer notó el cambio que había experimentado su cuerpo. Se levantó deprisa y se dirigió al baño a contemplarse en el espejo. Al contrario que su marido, ella empezó a dar gritos de felicidad y a reírse como una posesa... estaba encantada con su nueva figura.
—Pero, mujer, ¿te has vuelto loca —la actitud de su mujer lo desquiciaba—. ¿No te das cuenta que no somos nadie? Nadie nos reconocerá, no me aceptarán en mi trabajo, tendremos problemas en el banco, con la policía... muchos problemas.
—¿Recuerdas anoche, cuando regresábamos a Madrid después de cenar en Aranjuez? Aquella luz que vimos en el cielo, que yo decía que era un OVNI y tú que un avión..., pues nos han abducido y nos han regresado veinticinco años.
—No digas más tonterías, estoy pensando en suicidarme.
Creía que iba a sufrir un infarto cuando un timbre molesto, monótono y repetitivo lo devolvió a la verdadera realidad. Se sentó con un movimiento brusco en la cama, encendió la luz de su mesita de noche y contempló a su mujer que le daba la espalda. Fue entonces cuando su corazón empezó a latir con fuerza mientras un sudor frío empapaba su frente.
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