EL PODER DE LA MENTE
Hubo una época de mi vida en la que, a raíz de una experiencia de percepción extrasensorial fortuita, sentí un gran interés por la parapsicología y adquirí bastantes libros que trataban sobre el tema, entre los que destacaba la Enciclopedia de las Ciencias Ocultas y la Parapsicología, de ocho tomos, y me convertí en un gran conocedor de los fenómenos paranormales.
Llevé a cabo muchos experimentos, bueno llevamos, porque yo embarcaba a mis amigos en mis historias, unos con más éxito que otros, desde la oui-ja a las megafonías, pasando por la escritura automática, para la que me fabriqué un artilugio especial. Pero de todos ellos, del que guardo mejor recuerdo fue de uno que consistía en que cuatro personas, valiéndose de un solo dedo elevaban una silla con una persona sentada hasta la altura de la cabeza (una levitación con cierta ayudita).
Vinieron a cenar a casa dos matrimonios amigos, y después de la cena nos pusimos manos a la obra. Primero elevamos a una mujer de poco peso, y, admirados por el resultado, decidimos repetir el experimento, pero esta vez haciendo que se sentara en la silla la persona más corpulenta de las que estábamos en el salón de mi casa: mi amigo Jose, individuo de casi 90 kilos.
Cuando la silla se encontraba a la altura de 1,5 m, a mi amigo Manolo, que era uno de los que elevaba la silla con su dedito, se le escapó un pedo que, aunque lo intentó, no pudo ahorcarlo. La mujer, que también estaba en el experimento, muy discreta ella, soltó una carcajada y un grito: “Manolo, ¿qué haces?”. Todo el disimulo de los restantes no valió para nada porque empezamos a reírnos, perdimos la concentración, la silla se cayó y el golpetazo en el suelo fue tremendo para el que estaba sentado.
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