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LOS ESCRITOS DE DISCÓBOLO

ESPAÑOLITO DE SEGUNDA

ESPAÑOLITO DE SEGUNDA

 

 

Avión militar de transporte Hércules

 

Cuando mueren periodistas en cubriendo las noticias de los conflictos internacionales, como los señores Ortega, Souto o Anguita, por ejemplo, me indigno doblemente: primero por el hecho de que existan guerras donde muera gente, y, segundo, porque siempre que sucede algo que tenga un impacto mediático me doy cuenta que existimos dos clases de españoles.

 

Me pregunto: ¿por qué han tuvieron que ir que ir aviones militares a repatriar sus cadáveres? Estos señores estaban trabajando voluntariamente en el lugar del conflicto, me imagino que con un buen sueldo y un buen seguro de vida. Deberían ser sus empresas las que corrieran con los gastos del traslado, no las arcas del Estado.

 

Esto sin mencionar el patético caso de enviar un avión a Guantánamo para traer a un supuesto terrorista de Al-Qaeda, un “español” llamado Mohamed NoSéQué.

 

Poner en vuelo un avión de este tipo cuesta una cantidad muy importante, mucho más si los vuelos son transoceánicos o al Extremo Oriente, mientras que los soldados españoles que prestan sus servicios en Afganistán eran transportados por aviones contratados a empresas de bajo coste y, para más INRI, de países que no ofrecen ninguna garantía, y así pasa lo que pasó con el Yacolet.

 

No creo que exista un país en el mundo donde no resida un español, trabajando, claro; pero a esos cuando mueren no les hacen ni puto caso, porque no salen en los medios.

 

Mi padre murió en el extranjero, me dirigí al Ministerio de Asuntos Exteriores para pedir ayuda para la repatriación de su cadáver y su contestación fue que me buscara la vida. Eso sí, me facilitaron la dirección de una empresa que me haría los trámites necesarios previo pago de su importe.

 

 

 

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