MI AMIGO PACO
Paquillo, mi primer amigo, llamado por todos Paquillo de la Frasca (haciendo referencia al nombre de su madre: Francisca). Nacimos casi a la par, fuimos juntos al colegio Padre Lerchundi. Pasamos allí las primeras vergüenzas cuando nos obligaban a ir a Misa los domingos, bajo pena de recibir un castigo los lunes a los que faltaran. Éramos los únicos que no teníamos zapatos, íbamos con alpargatas y felices cuando estaban nuevas y no dejaban ver el dedo gordo del pie. ¡Puta miseria!
Pongo la foto mía en el colegio para que se observen las condiciones en las que estudiábamos. Todo preparado para la foto. A la derecha se ven los niños esperando su turno; esperando un solo baby, que teníamos que ir cediéndonoslo, y como era talla única, a los que le quedaba grande se les recogían las mangas y se les sujetaba por la espalda con pinzas de tender la ropa, como en el caso mío.
Después trabajamos juntos en la Editorial Cremades (escogimos la misma profesión: éramos linotipistas); más tarde él se marchó a Francia y a su regreso volvimos a trabajar juntos hasta que partimos cada uno para destinos distintos.
Él murió, injusta y absurdamente, a los 23 años, cuando seguramente yo aún permanecía en el Ejército.
Con Paco siempre me ha pasado una cosa muy curiosa, incluso antes de haberme enterado de su muerte, y también después, he estado soñando a diario con él. Después despareció de mis sueños y nuevamente ha vuelto a entrar de golpe en ellos. Nunca lo he olvidado ni creo que lo haga, a pesar de la cantidad de tiempo que hace que se fue.
Paco, mientras alguien te recuerde no mueres, sigues vivo en su imaginación, y yo sigo recordándote.
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