MI PRIMER AMOR
Yo soy un viejo verde desde los siete años y he hecho lo que he querido desde la misma edad, ya que mi madre tuvo tantos hijos (todos con mi padre, claro) que casi nunca recordaba el número con exactitud, lo que nos daba margen para escaquearnos. Y me viene esto a la memoria porque he recordado mi primer gran amor cuando yo tenía esa edad: Paquita, una niña más o menos como yo, pero con el encanto que acompaña a las mujeres desde su nacimiento. Al agacharse mostraba una braguita muy blanca, soleada, y yo me moría por saber qué ocultaba aquella braguita.
Pero había un problema: a mi mejor amigo le gustaba la misma chica y decidimos que sería ella la que tendría que elegir. Preparamos una estrategia y la llevamos a cabo. Se trataba de mandarle cada uno una chocolatina Nestlé, de esas que eran tan finas que podrían valer para liar un porro, y una notita cada uno con la inscripción: “¿Quieres ser mi novia?”, y cada notita con nuestra firma. No recuerdo de dónde sacamos el dinero para comprar las chocolatinas, no sé si buscamos chatarra y la vendimos o directamente le dimos un asalto a los poco abultados monederos de nuestras madres.
Una vez las chocolatinas en nuestro poder, pensamos que era una injusticia que la niña se comiese las dos, mientras nosotros ni las probaríamos. Así que decidimos mandarle sólo una y la otra repartirla muy equitativamente entre los dos, porque por mucha amistad que nos uniese un mal reparto del chocolate podría acarrear una pelotera entre nosotros.
Cada uno escribió y firmó su nota: “¿Quieres ser mi novia?”, y una vez decididos a entregarle el delicioso manjar, no hizo falta hablar; abrimos la chocolatina que quedaba, y mi amigo dio un chupetón desde el centro hacia el norte y yo otro desde el centro al sur. La volvimos a liar en el papel de aluminio, lo pegamos con engrudo y la echamos por debajo de la puerta. No hubo respuesta para ninguno de los dos.
A los pocos días me encontré de frente con su madre, que me amenazó con contárselo a la mía. ¡Como si mi madre no tuviese otros problemas que solucionar!
Pienso que esa niña me dejó traumatizado. En todas las mujeres busco rasgos suyos: era morena, de dientes blancos y sonrisa soñadora y generosa. He visitado psicólogos que me han aconsejado que busque mujeres de características completamente opuestas, pero nada… las nórdicas, sí, puede que sean guapitas y educadas, pero les falta sangre, son muy sosas; además, cuando veo vellos rojos o rubios en ciertas partes, me da la risa porque a mí lo que me gustan son los felpudos como mi “Bienvenido”, es decir, negros, que resalten en las sábanas blancas (aclaro que es una opción particular, no vaya a ser que a alguien le guste las nórdicas).
Dando vueltas por el Mundo he comprobado que las mejores mujeres son las de los países limítrofes con el Mediterráneo y las caribeñas. Lo dice uno que ha “mojado” en los cinco continentes.
P/D.: No confundir la Literatura, aunque sea mala, con la vida real del autor del mensaje, porque yo jamás he “mojado” en Oceanía. Estos tíos están tan bien organizados y cumplen los horarios tan a rajatabla que no te dan tiempo ni a echar un “rapidito” en los servicios del aeropuerto.
3 comentarios
Charo -
Las carencias hacen que, con lo que unos desprecian por tener en demasía, otros se sientan los reyes del universo: el amor de una madre, un techo bajo el que cobijarse, un abrigo con el que quitarse el frío, unos zapatos, aunque estén muy usados; un bocadillo, aunque esté mordisqueado o, una chocolatina, una simple chocolatina que hace que un niño se sienta inmensamente feliz. A mí, me emociona pensar en ese momento en el que tú y tu amigo tocasteis el cielo con esa chocolatina.
Gracias por hacerme sentir sensaciones con tus relatos.
Discóbolo -
Si te gusta esa niña es que tienes buen gusto.
Un beso.
Charo -
Me gusta la niña que fue tu primer amor, jeje, era muy mona, mona de guapita, ¡no de simia!