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LOS ESCRITOS DE DISCÓBOLO

G R A N J A (Cuarta parte)

G R A N J A  (Cuarta parte)

El gallinero era un corral que jamás se había limpiado, con lo que imagino que el suelo tendría una capa de más de 10 cm de excrementos de gallinas resecos, los cuales tenía que ir cavando con una azada, recogerlos con una pala, cargar la carretilla y transportarlos al estercolero. Yo hubiese preferido recoger leña en el monte.

 

Mientras, nosotros, sentados en el muro, nos burlábamos de él, el pobre chaval no paraba de decirnos: “¡no reíros, cabrones!”

 

La estancia en aquella finca nos confirmó lo que la vida nos había enseñado y aumentó nuestros conocimientos sobre nosotros mismos y sobre el resto de la Humanidad. Aprendimos que en cualquier sitio poca cosa es necesaria para mantener la vida y que se puede ser feliz si nos conformamos con lo que tenemos; ése es nuestro grado de felicidad: nuestro grado de conformismo. Aprendimos decenas de cosas, sobre todo, que la Naturaleza, cuidándola, te ofrece infinidad de remedios. Nos ayudó a fortalecer nuestro cuerpo y nuestro espíritu y a comprender ahora, desde el bienestar y la abundancia, la reacción de algunos pueblos de la Tierra poco favorecidos por la fortuna.

Vimos cómo, sin medios, mi tío hacía operaciones quirúrgicas a los animales, como castraciones, cataratas, tumores, suturas…, jamás visitó la finca ningún veterinario. Salimos de allí más preparados para enfrentarnos a la vida… más hombres.

 

Desde aquí, con estas letras carentes de todo tipo de talento literario, quiero que mi escrito sirva como homenaje de cariño a mis tíos, sobre todo a mi tía, que era para nosotros nuestra segunda madre.

 

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