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LOS ESCRITOS DE DISCÓBOLO

APRENDIZ DE PERIODISTA

APRENDIZ DE PERIODISTA

Linotipia y rotativa 

 

A partir de los doce años comencé a simultanear los estudios con mi aprendizaje en la editorial más grande del norte de Marruecos, donde se editaban varios periódicos. Al principio fui pasando por las distintas secciones hasta llegar a linotipias, consideradas por aquellos entonces como el súmum de las Artes Gráficas. Después apareció el offset y más tarde la informática hizo presencia invadiéndolo todo, y donde se necesitaban trescientas personas para editar un periódico de gran tirada, ahora esa labor la podían hacer muy pocas personas, con el ahorro en los gastos correspondiente, que no se vio reflejado en la bajada de precios ni de periódicos ni de libros, sino que el aumento de ganancias, como siempre, fue obtenido por los empresarios.

 

Con el tiempo fui acompañando a los periodistas a hacer sus entrevistas, e incluso, cuando el personaje era de segunda fila: futbolistas de poca categoría y similares, el periodista me entregaba el cuestionario y yo me trasladaba y anotaba las repuestas. Después el maestro corregía todas las innumerables erratas que cometía, adjuntaba la fotografía del personaje y las mandaba a talleres, ahorrándose la mitad de su trabajo. Quiero aclarar que yo no cobraba por este trabajo, sino que además estaba agradecido, y el periodista se embolsaba todo, hasta las gracias, que jamás me las dio.

 

Pero lo que más me gustaba era asistir a los juicios. Tengo especial recuerdo de uno de ellos porque el juez tuvo que desalojar la sala (menos mal que a la “prensa” nos respeto y dejó que continuásemos), ya que se formó un gran jaleo: unos en contra, otros a favor y otros riéndose. Se trataba de una demanda de divorcio por parte de una mujer, alegando que su marido la obligaba a realizar sexo anal.

 

El juez llamó la atención severamente a este individuo, que permanecía con cara de alucinado, como extrañado de que no se comprendiera su actitud.

 

En un arranque de sinceridad este hombre se atrevió a hacerle una pregunta al Tribunal:

 

—Señor juez, si su señoría compra un huerto con dos puertas, ¿por cuál de ella entra?

 

El juez, de muy malos modos, le respondió:

 

—Por la que me dé la gana.

 

—Pues eso es lo que hago yo.

 

Entonces fue cuando se lió el jaleo en la sala. En realidad él había “comprado” a su mujer. Así funcionaban las cosas allí: el haber entregado al padre de la mujer un par de vacas creía que le daba derecho a ser su dueño.

 

El juez concedió el divorcio, cosa muy extraña que en un país árabe gane una demanda de divorcio una mujer (en algunos no tienen derecho ni a presentarla).

 

 

 

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