CASA DE CAMPO
Lago de la Casa de Campo de Madrid
Hacía una temperatura agradable, un estupendo día de primavera que aproveché para hacer una gestión en la Escuela Nacional de Hostelería sobre la matriculación de mi hijo. Aparqué el coche en la Casa de Campo, donde se encuentra la Escuela, realicé la gestión y me dirigía hacia el lugar dejé aparcado mi vehículo, sumido en mis pensamientos sobre la conversación mantenida en la Secretaría del Centro. De repente me abordó una mujer bastante joven, muy guapa y con una vestimenta muy provocativa.
—Buenos días, me puede atender un momento, por favor.
Dado que la Casa de Campo es el lugar de trabajo de la mayoría de las prostitutas de Madrid, enseguida me puse en guardia:
—Lo siento, llevo mucha prisa.
—Perdone, llevo dos días sin comer.
Esas palabras golpearon mi ser profundamente, aunque hay tanta picaresca en ese lugar que aún me quedaba alguna duda sobre su sinceridad. Clavé en ella mi mirada y pude ver cómo enrojecía de vergüenza y de sus ojos se desprendían dos lágrimas.
—Bien, si eso es cierto, vamos a desayunar.
Caminando hacia el bar, intercambiamos unas palabras y pude darme cuenta que era una mujer muy culta. Nos sentamos en una terraza que tiene una preciosa vista sobre el lago. Antes de pronunciar palabra teníamos a nuestro lado al camarero. Yo pedí un café y ella una cerveza y un bocadillo de tortilla española. La dejé comer sin mencionar palabra, sólo la miraba fijamente, y de verdad que comía con ansia. Cuando terminó le dije muy bajito:
—¿Me lo quieres contar?
—Verá usted, me llamo Almudena y soy de un pueblo de Badajoz. Estoy divorciada y con un hija de corta edad, que ahora cuidan mis padres. Tuve que divorciarme por una cuestión de malos tratos y, por supuesto, mi ex marido no me pasa ni un euro. Hace dos semanas me trasladé a Madrid para buscar un trabajo y poder mantener a mi hija, pero no he tenido suerte. Tengo pagada la pensión sólo hasta el domingo y hoy decidí venir aquí a prostituirme, pero me ha faltado valor.
Mientras relataba su historia sus lágrimas seguían descendiendo por sus mejillas, lo que me indujo a creer que no mentía; no se puede ser tan buena actriz. Pensé en mi hija y que nadie estamos libres de que en un futuro nos pueda suceder algo tan duro en la vida.
—Mira —le dije—, voy a darte cien euros por si puedes alargar con ellos unos días en Madrid y que la suerte te sonría.
—Le juro que se los devolveré algún día; por favor, déme su dirección.
No quise hacerlo; la verdad es que estaba deseando alejarme de allí y olvidar la historia. Nos despedimos; yo subí a mi coche y me alejé de aquel lugar. Prefería pensar que perdí el dinero o que estuve cenando en un buen restaurante. Al llegar a casa noté que la cartera que llevaba en el bolsillo posterior del pantalón no estaba y me maldije por mi buena fe y por haber sido tan incauto. Decidí esperar un par de días antes de poner la denuncia; lo único que cancelé fueron las tarjetas de crédito.
Por la tarde, al abrir el buzón de correos encontré allí mi cartera. Enseguida me dirigí al billetero y vi que me faltaban 50 euros y en su lugar había una nota, que decía: “Siento haber abusado de una persona como usted, pero ahora tengo su dirección y le devolveré todo”.
Pasaron dos años; yo había olvidado ya aquella historia y dado por perdidos los 150 euros. Un día, al abrir el buzón encontré un sobre con mi nombre manuscrito, lo abrí y dentro había tres billetes de 500 euros y una carta, firmada por Almudena, que decía:
“Como le prometí le devuelvo su dinero con el interés que he creído que merece. Gracias a su ayuda mi vida cambió, encontré un trabajo en unas oficinas y ahora estoy casada con el propietario. Perdone que no le dé más datos, sólo decirle que jamás podré olvidarle y siempre le llevaré en mi corazón”.
5 comentarios
Discóbolo -
Un beso
Discóbolo -
Ya sé que no le darías cien euros a un desconocido... si invitas a almejas a un amigo y le das sólo cáscaras mientras tú te pones ciega con los bichos (jeje).
Un beso.
Sakkarah -
Creo que sí, que nos devuelve todo, lo bueno, y lo malo. Lo que pasa que a veces cuando ya es tarde.
Un beso.
Incrédula -
Incrédula -
¿Y esto no es mantequilloso? ¡Yo no le doy cien euros a un desconocido ni jarta whisky! Jajajaja
Beso.