PENA DE MUERTE
—Bueno, doctor, qué es lo que dicen mis pruebas. —Voy a ser franco con usted, la cosa está muy complicada. En otras palabras, le queda muy poco tiempo, pero procuraremos que su calidad de vida sea lo mejor posible hasta el desenlace final. —¡Qué lástima!, de haberlo sabido cuando aún estaba fuerte, hubiese matado a alguien para que me condenaran a muerte: por ejemplo, al padre que violó a su hija de ocho años y al juez que redujo su condena alegando que sólo eran abusos deshonestos porque la niña no opuso la resistencia debida. Claro, antes de matarlos los caparía a los dos. —No sea bestia, hombre. Además, en España no existe la pena de muerte. Y dígame: ¿por qué quiere que le condenen a muerte? —Me ilusionaría que me preguntaran eso de “¿cuál es su última voluntad?” —Y ¿cuál es su última voluntad? —Follarme a una funcionaria. —¿Estatal o autonómica? —Autonómica, naturalmente. Son más liberales y están más buenas. —¿Cómo puede hacer esa afirmación? —En el prostíbulo que frecuento, la mayoría de los clientes somos maridos de funcionarias estatales. —La elegiría usted o sería voluntaria. —Yo elegiría entre las voluntarias. —Me tiene alucinado, le acabo de comunicar que le queda poco tiempo de vida y usted se pone a frivolizar. —Lo hago porque no me afectan sus palabras. Yo tengo un gran dominio sobre mi mente (¿o es al revés?) y puedo autosugestionarme hasta el punto de que me extraigan una muela sin anestesia sin sentir el más mínimo dolor; puedo imaginar algo y hacerlo tan real en mi mente que sienta todas las emociones y sensaciones de lo que imagine...; en fin, yo soy un espíritu portentoso encerrado en un cuerpo de circunstancias. —¿Dónde ha nacido usted? —En Urano.
2 comentarios
Discóbolo -
Un beso.
Sakkarah -
Un beso.