DIÁLOGOS CON MI PULPO
ESPÍRITUS
—Discóbolo, ¿tú crees en los espíritus? ¿Crees que después de muertos nuestras almas vagan?
—Pulpito, lo de otra vida, el cielo, el paraíso, la reencarnación y otras promesas, según mi opinión, son historias inventadas por la necesidad de encontrar un aliciente que nos dé una esperanza de futuro, de paso nos resuelva las cuestiones de “quiénes somos, de dónde venimos, dónde vamos” y nos quite de la cabeza la idea de lo absurdo que es nacer, vivir y morir para nada.
—Me he quedado igual que antes de hacerte la pregunta.
—Pues que lo que tú llamas espíritu y alma, yo lo llamo energía.
—Ahí quería llevarte, porque, según la Ley de Lavoisier, “la materia ni se crea ni se destruye, solamente se transforma”. Así que pienso que con la energía pasa lo mismo, y si somos energía, cuando la palmamos, ¿en qué nos transformamos?
—Partamos de la base que yo no creo a Lavoisier; cuando no se puede refutar algo es más cómodo aceptarlo. Yo tengo mi propia Ley, que dice que “la energía sí se crea, se transforma, se disemina y se agota”.
—Discóbolo, cada vez estoy más convencido de que te metes algo en las venas. ¿No has oído hablar de las psicofonías ni has hecho nunca la oui-ja? Algo tiene que haber.
—Mira, Pulpito, las psicofonías, la oui-ja, la precognición, clarividencia, telequinesia, viajes astrales, polstergeis y demás, son fenómenos paranormales producidos por la mente.
—Y una leche, mi madre me contó que había visto un espíritu.
—¿Le preguntó algo?
—Para preguntas estaba la mujer.
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