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LOS ESCRITOS DE DISCÓBOLO

Diálogos con mi pulpo

DIÁLOGOS CON MI PULPO

DIÁLOGOS CON MI PULPO

 

 

LÍBANO

 

—Hola, Discóbolo.

 

—¡Pulpito!, ¿tú por aquí? Ah, ya, vienes a hablarme de los cayucos en Canarias.

 

—No, si te quieres informar sobre ese tema, lee la web de cualquier mafia de traficantes de personas, donde te dicen que no te preocupes de nada, que el viaje es un poco   incómodo, pero que seguramente algún barco español te recogerá, te llevarán a tierra, te alimentarán, te darán ropa y, pasados unos días, te trasladarán a la Península en un viaje en avión pagado por Zapatero. Una vez en la Península, ya puedes empezar a trabajar, comprarte tu coche, una casa y llevarte a la familia. Pero no se te ocurra pasar a Francia porque desde allí sí que te repatrian.

 

—Menos mal que no querías hablar de los cayucos.

 

—Yo quiero hablarte del Líbano. ¿A quién se le ocurre meter a 1.100 soldados españoles en un lugar donde cualquier “pirao” tiene un kalasnikov, por no decirte una ametralladora de gran calibre con varias bufandas de balas, o un lanzagranadas, y que, además, piensa que morir utilizándolos es lo mejor que le puede pasar? Por si fuera poco, enfrente tienen al ejército mejor equipado del mundo esperando que al “pirao” se le vaya una ráfaga o un katiuska para lanzar un bombardeo, importándole tres huevos quién esté debajo.

 

—Hombre, tanto Líbano como Israel han aceptado el envío de soldados de la ONU.

 

—¿Y los “piraos”? Además, otra cosa muy importante es el dinero. Según las informaciones, se espera que la misión dure un año, lo que supone un gasto de 240 millones de dólares, a los que hay que sumarle los 30 millones que el Gobierno ha ofrecido para reconstruir Beirut. Es decir, lo destrozan los israelíes y lo pagamos nosotros. ¿Se puede ser más tonto?

 

—Mira, Pulpito, éstas son cosas de alta política internacional que se nos escapan a los ciudadanos de a pie.

 

—Pues a mí lo que no se me escapa es que con esos casi 300 millones de euros (50.000 millones de pesetas) se podían hacer canalizaciones para evitar que el agua de lluvia fuese al mar, hacer un buen plan hidrológico para paliar la sequía, que ése sí que es un problema nuestro; construir pisos subvencionados para jóvenes…, en fin, mil cosas.

 

—No te olvides de que suban las pensiones, Pulpito, que yo estoy jubilado.

 

 

DIÁLOGOS CON MI PULPO

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LECCIÓN DE TEOLOGÍA

 

—Buenos días, Pulpito.

 

—Hola, Discóbolo, quiero que me alecciones sobre la forma de pensar de los humanos, porque hay muchas cosas que no entiendo, por ejemplo, las religiones. Para empezar, dime quién es Dios.

 

—Pulpito, la Teología no es mi fuerte, pero, si no recuerdo mal, el Catecismo decía: “Dios es un Ser infinitamente bueno, justo, sabio, poderoso, principio y fin de todas las cosas, creador del Cielo y de la Tierra, por quien todo fue hecho...; además, es nuestro Padre y nos hizo a su imagen y semejanza”.

 

—No me cuadra nada, Discóbolo, porque: si es infinitamente bueno y justo, ¿cómo consiente el sufrimiento de tantas personas, de tantos niños que jamás hicieron mal alguno? ¿Qué criterio sigue para que unos tengan una vida regalada y otros vivan puteados antes incluso de nacer? Si es infinitamente sabio y poderoso, ¿por qué consiente que nazcan violadores asesinos, por ejemplo?

 

—Pulpito, Dios nos da el conocimiento y el poder de decisión para poder elegir entre el bien y el mal.

 

—Cierto, pero en su inmensa sabiduría sabe que el asesino elegirá el mal camino y aun así le permite vivir para después condenarlo al fuego eterno. Crear un hijo así es una putada para el propio hijo y para los “hermanos” que se encuentren en su radio de acción. Si Dios es así, lo único que me cuadra es que estáis hechos a su imagen y semejanza.

 

—Nunca lo entenderás, Pulpito, los designios del Señor son inescrutables.

 

—Yo alucino contigo, Discóbolo, tú debes creer en extraterrestres y en gnomos, y pensar que los abogados son gente honrada.

 

—De todas formas, Pulpito, si alguna vez te ves en una situación muy extrema, acude a Él, “por si acaso”; todo el mundo lo hace, incluso los que se jactan de ser ateos.

 

 

 

 

DIÁLOGOS CON MI PULPO

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PULPO MACHISTA

 

—Hola, Pulpito, ¿vienes a tomar ya las clases de las que hablamos?

 

—Mira, Disco, déjate de chorradas, que no tengo hoy los huevos para colgarme farolillos. ¿Me entiendes? Además, he ligado dos pibitas y vamos a recordar viejos tiempos.

 

—Eh, no te pases. Yo soy un hombre casado y fiel a mi mujer.

 

—Vamos, ¡no me jodas! ¿No recuerdas aquella aventura que tuvimos con aquella camarera tan desgarbada del hotel en Mallorca y su amiguita la featona? Sí, ya sé que en cuanto pudiste me dejaste solo con las dos, pero eso seguro que no lo has contado, ni lo del gatillazo, y mucho menos enseñado las fotos.

 

—Estas cosas me pasan por tener amigos chantajistas: aun así, no pienso acompañarte.

 

—Que sí, hombre, que sí. Verás: son chicas amenas, escasas de neuronas. Eso sí, hay que ir cargado de cubatas para soportarlas. La más alta es ludópata, así que, si quieres, te la llevas al bingo, con que cante una línea es tu esclava sexual toda la noche, y la otra, con dos cubatas de garrafón va apañada.

 

—Eso no es una razón suficiente para que sean livianas en asuntos de sexo.

 

—No te enteras, Contreras: Una tiene dominio de lenguas: francés y griego, aunque sólo sabe decir oui y dracma. A la otra la llaman “La Sorbona”, y no por haber estudiado en la universidad parisina, porque ella no tiene estudios y en cada momento lo demuestra. Nosotros vamos a buscar sexo, y si surge amistad, pues salimos corriendo. Y, claro, elijo yo, que para eso tengo mi técnica. Cuando voy acompañado, las suelo decir: “Oye, chata, ¿ves este cuerpazo serrano que tengo? Pues vente conmigo, que cuando veas a mi amigo te vas a quedar más colgada que mis güevos”.

 

—¿No me digas que soltando esa grosería ligas?

 

—Mira, Disco, soy tan chulo que gané un concurso de comer hamburguesas en una hora, y eso que durante los primeros cuarenta y cinco minutos me estuve tirando a la presidenta del jurado. Pero la verdad es que llevo una racha mala, y aunque estén más estropeadas que la cama de la niña del exorcista, como voy a ir muy borracho, no lo notaré.

 

—¿Y por qué no las dejas que se autoinduzcan ellas solitas sus orgasmos?

 

—No sabrían. La rubia se pone la compresa al revés, y, aunque está muy depiladita (antes parecía que llevaba entre las piernas una liebre acostada), cuando le hacen la prueba de la alcoholemia, siempre el aparato que le toca a ella lleva en la punta un glande incluido. A la otra nadie le hace caso; pasa más inadvertida que un pedo en un yacusi. Así que obra misericordiosamente con tus prójimas.

 

— No te puedes imaginar la producción de bilis que produce mi hígado al oírte, mucho más si hago el amor con esas mujeres que me propones.

 

—Hazme ese favor, Discóbolo, ¿no ves que sólo ligo con cayos malayos? Antes de acercarme a ellas, tengo que respirar hondo y contar hasta el infinito… varias veces. Además, no puedo aspirar a otra cosa con los 540 eurazos que gano al mes por mis doce horitas diarias de curro, y eso que he recorrido cientos de empresas, pero aguanto menos en el curro que tú debajo del agua. Cuando te pones así de duro conmigo, me dan ganas de recurrir a la famosa frase esa de “¿para qué discutir si esto se puede arreglar a hostias?”

 

—Pulpito, desparece de mi vista y no vuelvas hasta que te hayas convertido en una persona, porque ahora eres un despreciable machista. Y yo también sé decir frases de gente como tú. Ahí va una: “¡Jesús te ama! Todos los demás pensamos que eres un cabronazo”.

 

—Vale, hasta mañana.

 

 

DIÁLOGOS CON MI PULPO

DIÁLOGOS CON MI PULPO

 

PULPO EN PLAN CHULETA

 

 

Se encontraba Discóbolo sentado, como siempre, en su ordenador, cuando oyó que el timbre de la puerta sonaba con insistencia.

 

—Voy, un poco de calma, que no estoy para esprintar.

 

Al abrir la puerta, una masa viscosa con ocho tentáculos se le lanzo encima y comenzó a abrazarle.

 

—Pulpo, qué alegría, creí que habrías caído en las redes de arrastre de algún pesquero o atravesado por el tridente de algún submarinista desaprensivo.

 

—No ha nacido el que se atreva, Discóbolo, ya sabes que a chulo y a la taba se murió el que me ganaba.

 

—No cambias, Pulpo. Cuéntame qué ha sido de tu vida.

 

—Lo de siempre, dejando mal al Tenorio: Yo no digo poesías, pero follo que te cagas.

 

—O sea, que después de estar casi un año perdido, apareces vacilón y colocado.

 

—Que no, Disco, que no. Es que este año he vivido rodeado de gente marginada, macarra y de mal vivir. Disfrutando de la noche; vamos, saliendo más de noche que el camión de la basura. Además, sabes que nunca he tomado drogas y que no pienso volver a hacerlo.

 

—Ahora dime que eres virgen y te creo.

 

—Te lo juro por mis niños, Discóbolo.

 

—¿Y a qué viene ese vocabulario de chulo barriobajero?

 

—Es que he aprendido mucho por esos barrios castizos.

 

—La verdad es que físicamente te veo muy bien.

 

—Para conseguir este cuerpazo me he machacado todos los días durante un fin de semana. Me apreté no una, ni dos, sino tres series de abdominales de una repetición y me hice un par de tablas: una de quesos y otra de ibéricos.

 

—Bueno, déjate de tonterías porque me apetece seguir contigo aquellas charlas que teníamos, cuando te enfadaban los temas políticos y teníamos nuestras discusiones constructivas para ambos, y digo “ambos” por ser exageradamente amable contigo. Quiero saber de tu vida, de tus amoríos, si te has casado, cómo te va en el trabajo, etc.

 

—¿No te parecen muchas preguntas a la vez?

 

—Vale, empieza por donde quieras.

 

—De casarme, nada. Todos mis amigos están divorciados. Les han quitado los hijos, el piso, y encima tienen que pagar una pasta al mes y a sus ex mujeres se las follan cubanos sin papeles. Según estos amigos, después de la vuelta del viaje de novios, su felicidad fue cayendo en picado, así que, a riesgo de joderme la columna vertebral, haré como Juan Palomo: “yo me la chupo, yo me la como”, o si no las ventosas de mis tentáculos van a perder el poder de succión de tanto usarlas.

 

—Es decir, ¿que sigues de juerga en juerga?, y, por favor, modera tu lenguaje, que algún día esto lo leerán mis nietos y no quiero que se lleven una opinión equivocada de su abuelo, por aquello de “dime con quién andas y te diré quién eres”.

 

—¿Te ofende? A ti lo que te pasa es que, desde que no estoy contigo, pierdes más aceite que las furgonetas de Locomía y un gitano juntas. Y sí, me paso todas las noches de cacondeo. Es que me he convertido en una ONG del sexo, y ahora, en verano, con unos cursitos de idiomas, ni las extranjeras se me escapan. Toma nota, ignorante: tu sei la più bella del mondo (quiero acostarme contigo); Io sono innamorato di te, ¿vorresti sposarti con me? (mis amigos ya han pillado cacho, ¿por qué no te acuestas conmigo para que no se rían de mí mañana?). ¿Ves? Si a esa cultura le añades este físico, pues éxito asegurado. Además, me he endurecido mucho: ya no me dan pena las necesidades fisiológicas de las pulpitas. Y es que al mirarme al espejo me he dado cuenta de que estoy llamado a ocupar el gran hueco que ha dejado Nacho Vidal al retirarse.

—Tendré que reeducarte.

 

—Anda ya. ¿Prefieres que sea un pijo superhastiado a que me confundan con esos mugrosos parásitos sociales de ideología peligrosa de izquierda? ¡Qué superfuerte, tío! ¡O sea, que no se desparramen!, ¡¿vale?!

 

—Desde mañana, te quiero ver aquí para empezar las clases. Venga, sigue contándome cosas de ti.

 

—Bueno, del trabajo… sabes que soy muy exigente, así que he aceptado un curro donde me pagan una miseria por trabajar doce horas cada noche. Trabajo de desatrancador de tuberías… femeninas.

 

—Mejor es dejarlo, ya mañana hablaremos de cómo tienes que hablar; si no lo haces así, tienes dos opciones: o “a la gallega”, o volver al río de donde te saqué.

 

—Ok, brother.

 

 

DIÁLOGOS CON MI PULPO

DIÁLOGOS CON MI PULPO

 

Pulpo machote, invasor

 

 

EL PEZ-POLLA

—Discóbolo, estoy deprimido. Ha llegado un pulpo a mi zona de influencia que tiene una polla descomunal, así que los otros pulpos y yo estamos temerosos de que se lleve a todas las pulpitas.

—Bah, Pulpito, no te preocupes, ¿no has oído nunca que el tamaño no importa? Además, no es conveniente tener un pene exagerado por distintas razones: a menor tamaño, menos cantidad de sangre necesita bombear el corazón para mantener una erección, y lo más importante es que las mujeres no le dan mucha importancia al tamaño, yo diría que muy poca; ellas están más preocupadas de los sentimientos que del sexo en sí, por lo menos la mayoría de las que yo conozco (excepto un par de ellas de cuyo nombre no quiero ni acordarme); en otras palabras, que prefieren dureza y duración.

 

—Discóbolo, pues nosotros, cuando nos dejaban desnudos en el servicio militar para la ducha colectiva, mirábamos de reojo la herramienta de los demás para comparar. A veces nos poníamos contentos y otras se nos caía el mundo encima. La satisfacción más grande es cuando veías a un musculitos guaperas y pensabas: “menudo chasco se va a llevar alguna”.

—Tranquilízate, Pulpito, el tamaño del pene es un problema que sólo afecta a los hombres, no a las mujeres.

—Discóbolo, cuando hablas así es que eres un pichacorta. Seguro que la tienes más pequeña que el rabillo de una boina.

—Sin comentarios, Pulpito.

 

 

DIÁLOGOS CON MI PULPO

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LA ESTATUA DE FRANCO

 

—Hola, Pulpito, ¡qué mala cara traes hoy!

 

—No me hables, Discóbolo, vengo de la manifestación en contra de la retirada de la estatua de Franco.

 

—Ah, pues yo lo veo muy bien, esa estatua del Dictador no pinta nada delante de los Ministerios, ni en ningún sitio. Sólo trae malos recuerdos de una etapa negra de nuestra historia.

 

—Pero negra o blanca, es nuestra historia. ¿O tenemos que cargarnos todo lo que nos recuerde malas etapas?

 

—Mira, Pulpito, esa estatua se puso ahí porque lo ordenó el señor que mandaba entonces, y nadie protestó. Ahora se quita porque lo ordena el señor que manda, así que no sé por qué protestas.

 

—No se puede olvidar la Historia, buena o mala, así que si se quita esa estatua deberían quitarse la de tantos reyezuelos que exprimieron al pueblo, empezando por los Reyes Católicos, sus ascendientes y descendientes.

 

—No exageres, Pulpito, con esos reyes que tú dices, España llegó a ser el Imperio más grande de la Tierra.

 

—Sí, a costa de la sangre de los españoles. Así que si empezamos a quitar estatuas y símbolos que recuerden malos tiempos para los españoles, puedo darte una lista.

 

—Empecemos por el Valle de los Caídos, Pulpito.

 

—Estupendo, Discóbolo, y, por poner sólo dos ejemplos: los romanos nos invadieron, destruyeron nuestra cultura, asesinaron, violaron, hicieron esclavos y toda clase de barbaridades. Los árabes no se quedaron atrás. Así que destruyamos todo lo que nos lo recuerde, cualquier vestigio de su paso por España, incluidos el acueducto de Segovia, la mezquita de Córdoba, la Alhambra de Granada, etc. Y puestos a olvidar lo nefasto de nuestra Historia, olvidemos a la Santa Inquisición, así que fuera todo lo que nos lo recuerde: iglesias, catedrales, monasterios...

 

—Esto es diferente, Pulpo, muchas personas damnificadas siguen vivas.

 

—Pues nada, que sigan con homenajes a los camaradas que daban los paseíllos a los que después fusilaban, que todos sus damnificados están muertos y además eran menos españoles, y que borren todo lo que recuerde a Franco: que dinamiten los pantanos, hospitales, carreteras, universidades, etc., construidos bajo su mandato; que anulen la validez de los títulos universitarios, los permisos de conducir que se otorgaron desde 1939 a 1975, e incluso los matrimonios que se celebraron en ese período.

 

—Pulpito, se te nota mucho que hoy no has recibido tu dosis de metadona.

 

—Menos mal que aún queda gente honesta consigo misma. Sin ir más lejos, una amiga me ha comunicado que en Santander hay una plaza que la llaman la “Plaza de los seis huevos”, donde aún no se ha quitado la estatua de Franco montado a caballo. Los “seis huevos” se reparten así: dos, del caballo; dos, de Franco, y dos, del alcalde que no permite que la tiren.

 

—Vete ya, Pulpito, y cuidado no pierdas el carné de facha.

 

 

DIÁLOGOS CON MI PULPO

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EL AMOR

 

—Buenos días, Discóbolo, hoy quiero que me hables del amor.

 

—Cada día me lo pones más difícil, Pulpito: el amor es muy difícil de definir. Principalmente es un sentimiento muy intenso hacia otra persona, una entrega total sin esperar nada a cambio, un querer desear que esa persona sea la más feliz del mundo.

 

—Según esa definición, ¿debo dejar que mi pulpita se tire a Mister Pulpo 2008 porque eso la haría muy feliz?

 

—No digas barbaridades, para eso te tiene a ti.

 

—Es decir, que disfrute todo lo que quiera, pero conmigo, bajo mi control. ¿Eso no es egoísmo y posesión?

 

—Pulpito, no me líes.

 

—Verás, yo es que estoy enamorado de una pulpita y eso que ya estoy casado.

 

—Eso no es amor, Pulpito, eso es un espejismo, un deseo. No se puede estar enamorado de más de una persona a la vez. Si tienes esos sentimientos es porque verdaderamente no amas a tu mujer.

 

—Mira, Discóbolo, los pulpos somos polígamos por naturaleza, y espero que las leyes de la sociedad y de las religiones no lleguen nunca al río.

 

—Vale, Pulpito, mañana me preguntas por la eutanasia.

 

 

DIÁLOGOS CON MI PULPO

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PULPO POETA

 

—Discóbolo, tengo inflamada la vena poética, y es que estoy enamorado de una pulpita que entra en Internet que no me hace ni caso.

—Me extraña que no te haga caso, Pulpito, tú tienes mucho carisma. Seguramente se esté haciendo la dura para hacerse desear, es una táctica de algunas mujeres.

—Dios quiera que sea eso, Discóbolo, porque anoche mismo no pude dormir pensando en ella, y mira qué poesía le he escrito:

                              Te busco todos los días,

                              entre las ondas hercianas,

                              pero tú sigues perdía

                              porque a ti te da la gana.

                              Yo quiero ciberfollarte,

                              quiero teclear tu cuerpo,

                              quiero chuparte y morderte

                              hasta que me quede muerto.

—Eres un serio candidato para el Premio Cervantes de Poesía, aunque lo vas a tener muy difícil porque aquí en el foro hay vario/as que escriben poesías con una profundidad parecida a la tuya.

—No te burles de mí, Discóbolo, ese premio no existe.

—Pues tendrán que crearlo para vosotros, porque tanta sensibilidad, tanto arte, tanta métrica bien aplicada no pueden quedar sin premio.

—¿Sabes que te digo, Discóbolo? Que te folle un pez-polla.

—Pulpito… ¿Dónde has dejado hoy tu sentido del humor?