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LOS ESCRITOS DE DISCÓBOLO

DIÁLOGOS CON MI PULPO

DIÁLOGOS CON MI PULPO

 

PULPO EN PLAN CHULETA

 

 

Se encontraba Discóbolo sentado, como siempre, en su ordenador, cuando oyó que el timbre de la puerta sonaba con insistencia.

 

—Voy, un poco de calma, que no estoy para esprintar.

 

Al abrir la puerta, una masa viscosa con ocho tentáculos se le lanzo encima y comenzó a abrazarle.

 

—Pulpo, qué alegría, creí que habrías caído en las redes de arrastre de algún pesquero o atravesado por el tridente de algún submarinista desaprensivo.

 

—No ha nacido el que se atreva, Discóbolo, ya sabes que a chulo y a la taba se murió el que me ganaba.

 

—No cambias, Pulpo. Cuéntame qué ha sido de tu vida.

 

—Lo de siempre, dejando mal al Tenorio: Yo no digo poesías, pero follo que te cagas.

 

—O sea, que después de estar casi un año perdido, apareces vacilón y colocado.

 

—Que no, Disco, que no. Es que este año he vivido rodeado de gente marginada, macarra y de mal vivir. Disfrutando de la noche; vamos, saliendo más de noche que el camión de la basura. Además, sabes que nunca he tomado drogas y que no pienso volver a hacerlo.

 

—Ahora dime que eres virgen y te creo.

 

—Te lo juro por mis niños, Discóbolo.

 

—¿Y a qué viene ese vocabulario de chulo barriobajero?

 

—Es que he aprendido mucho por esos barrios castizos.

 

—La verdad es que físicamente te veo muy bien.

 

—Para conseguir este cuerpazo me he machacado todos los días durante un fin de semana. Me apreté no una, ni dos, sino tres series de abdominales de una repetición y me hice un par de tablas: una de quesos y otra de ibéricos.

 

—Bueno, déjate de tonterías porque me apetece seguir contigo aquellas charlas que teníamos, cuando te enfadaban los temas políticos y teníamos nuestras discusiones constructivas para ambos, y digo “ambos” por ser exageradamente amable contigo. Quiero saber de tu vida, de tus amoríos, si te has casado, cómo te va en el trabajo, etc.

 

—¿No te parecen muchas preguntas a la vez?

 

—Vale, empieza por donde quieras.

 

—De casarme, nada. Todos mis amigos están divorciados. Les han quitado los hijos, el piso, y encima tienen que pagar una pasta al mes y a sus ex mujeres se las follan cubanos sin papeles. Según estos amigos, después de la vuelta del viaje de novios, su felicidad fue cayendo en picado, así que, a riesgo de joderme la columna vertebral, haré como Juan Palomo: “yo me la chupo, yo me la como”, o si no las ventosas de mis tentáculos van a perder el poder de succión de tanto usarlas.

 

—Es decir, ¿que sigues de juerga en juerga?, y, por favor, modera tu lenguaje, que algún día esto lo leerán mis nietos y no quiero que se lleven una opinión equivocada de su abuelo, por aquello de “dime con quién andas y te diré quién eres”.

 

—¿Te ofende? A ti lo que te pasa es que, desde que no estoy contigo, pierdes más aceite que las furgonetas de Locomía y un gitano juntas. Y sí, me paso todas las noches de cacondeo. Es que me he convertido en una ONG del sexo, y ahora, en verano, con unos cursitos de idiomas, ni las extranjeras se me escapan. Toma nota, ignorante: tu sei la più bella del mondo (quiero acostarme contigo); Io sono innamorato di te, ¿vorresti sposarti con me? (mis amigos ya han pillado cacho, ¿por qué no te acuestas conmigo para que no se rían de mí mañana?). ¿Ves? Si a esa cultura le añades este físico, pues éxito asegurado. Además, me he endurecido mucho: ya no me dan pena las necesidades fisiológicas de las pulpitas. Y es que al mirarme al espejo me he dado cuenta de que estoy llamado a ocupar el gran hueco que ha dejado Nacho Vidal al retirarse.

—Tendré que reeducarte.

 

—Anda ya. ¿Prefieres que sea un pijo superhastiado a que me confundan con esos mugrosos parásitos sociales de ideología peligrosa de izquierda? ¡Qué superfuerte, tío! ¡O sea, que no se desparramen!, ¡¿vale?!

 

—Desde mañana, te quiero ver aquí para empezar las clases. Venga, sigue contándome cosas de ti.

 

—Bueno, del trabajo… sabes que soy muy exigente, así que he aceptado un curro donde me pagan una miseria por trabajar doce horas cada noche. Trabajo de desatrancador de tuberías… femeninas.

 

—Mejor es dejarlo, ya mañana hablaremos de cómo tienes que hablar; si no lo haces así, tienes dos opciones: o “a la gallega”, o volver al río de donde te saqué.

 

—Ok, brother.

 

 

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