DIÁLOGOS CON MI PULPO
VENGANZA
—Hola, Pulpo, ¡cuánto tiempo sin venir a visitarme!
—Las pulpitas no me dejan tiempo libre, Discóbolo, pero hoy he hecho un hueco para comentar contigo un suceso que me ha llenado de satisfacción.
—Miedo me das, Pulpito.
—Vamos a ver, Discóbolo, ¿qué opinas sobre esa mujer que ha metido fuego al violador de su hija?
—Una salvajada, nadie puede tomarse la justicia por su mano. Además, ese hombre ya estaba pagando su delito y disfrutaba de un permiso carcelario. Esa mujer llevaba planeando su venganza desde hacía muchos años y la consumó con una sangre fría impresionante.
—Pero, ¿se le pueden dar permisos a un violador de niñas de trece años?
—Cometió un delito y la Justicia hizo que lo pagara. Ahora, con setenta años, no creo que vuelva a reincidir, aunque pienso que al juez se le olvidó extender una orden de alejamiento, porque con ella este suceso se hubiese evitado.
—Seguro que no vuelve a reincidir, gracias al coraje de esa madre, porque si no palma, cuando vea a una niña de trece años se le van a poner los pelos de punta.
—Vamos, Pulpito, ¿no ves que ese hombre es muy mayor?
—Pero la chica no lo es; lleva siete años con ese trauma y le queda una vida por delante para recordar cada día que un cabronazo destrozó su vida y la de su familia. Si hubiesen más madres-coraje los violadores se lo pensarían más.
—Pulpito… no cambias.
—Es que desde que está este Gobierno sólo me llevo disgustos: adopción de niños por homosexuales, prohibición de investigaciones con células madres, negociación con terroristas, las bandas de sudamericanos hechas dueñas de nuestras calles a base de navajazos…
—A que vas a ser de derechas…
—Te dejo, Discóbolo, no aguanto tus vaciles.
—Chao, Pulpito.
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