DIOS, DESPIERTA
Luchando cuerpo a cuerpo con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.
¡Oh, Dios! Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuando
oirás mi voz. ¡Oh, Dios! Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.
Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me lo sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.
Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser —y no ser— eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!
Blas de Otero.
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