VIAJE A CUBA
Mientras mi mujer se duchaba y se preparaba para salir a dar una vuelta decidí esperarla tomando una copa en el “hall” de aquel hotel de La Habana. Me encontraba en la barra del bar cuando se me acercó un cubano vestido con el uniforme de los empleados del hotel.
—Buenas tardes, señor, ¿se hospeda usted en el hotel?
—Sí, así es, ocupo la habitación 417.
De pronto empezó a tutearme, mientras me mostraba sus dientes oscuros con una sonrisa socarrona.
—¿Tú sabes?, aquí en este hotel hay un problema: está prohibido que las chicas cubanas suban a las habitaciones de los turistas.
—¿Y bien?
—Pero no pasa nada, ese problema te lo soluciono yo por 20 dólares. Además, yo te proporciono la chica que tú quieras. Las tengo desde 30 a 150 dólares. Tú sabes que las de 150 dólares están garantizadas, son cosa fina, chico, alto standing y la noche entera para lo que tú quieras.
—El caso es que yo también tengo un problema. Mi mujer está en la habitación conmigo.
—La cagaste, chico. ¿Cómo se te ocurre venir a La Habana con tu mujer?
Se dio media vuelta y me dejó pensativo terminándome mi whisky.
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