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LOS ESCRITOS DE DISCÓBOLO

Diálogos con mi pulpo

VACACIONES

VACACIONES

 

–Hola, Discóbolo…, esta vez casi la palmas.

–Hola, Pulpito, no la he palmado porque había mucha gente empeñada en lo contrario.

–Entre los que me encontraba yo.

–Gracias, Pulpo.

–Y ahora, ¿cómo te encuentras?

–Bien, ya han pasado casi seis meses y me voy estacionando; sólo algunos problemas menores derivados de la medicación tan grande a la que estoy sometido, sobre todo inmunosupresores, corticoides…

–Háblame en cristiano, con que me digas "pastillas" vale. ¿Y ahora a qué te dedicas?

–Pues me voy de vacaciones, a descansar de hospitales y de médicos.

–¿Y tú eres el que estás enfermo? ¿Sabes qué te digo?, pues que te estás montando una película para que te cuiden y te mimen.

–Como te aprecio mucho no te voy a decir que te cambies conmigo.

–Bueno, ¿cuándo vuelves?

–Estaré fuera tres semanas.

–Que te diviertas y no hagas excesos.

–Gracias, Pulpo, hasta la vuelta.

 

 

PULPO EN EL CHAT

PULPO EN EL CHAT

 

—Hola, Pulpito, ¿qué me cuentas hoy?

 

—Hola, Discóbolo, hoy te voy a contar que estoy harto de hacer el cibergilipollas. Harto de ser alto, moreno, con ojos verdes; unas veces separado, otras casado, dependiendo de lo morbosa que sea la dama contertulia; empresario, abogado, médico o militar..., cuando en realidad soy un frutero bajito, calvo como la entrepierna de la Nancy, con ojos saltones y tripa cervecera tan pronunciada que me impide vérmela hasta para mear.

 

—Bueno, Pulpito, por lo menos te evades un rato y no haces mal a nadie.

 

—También estoy harto de leer eso de “soy muy sincera, auténtica e irrepetible”. De que te vendan la moto describiendo un cuerpo de mujer escultural mientras la imagino en bata, con los rulos puestos, un culo que no le cabe en la silla y una cara hecha con un compás.

 

—Tú, en tu línea: muy positivo. No me negarás que es muy gratificante mantener una conversación amena, de esas que te proporcionan una gran satisfacción, que siempre te saben a poco y piensas que sería estupendo tener a esa persona a tu lado, como amiga, porque te das cuenta que enriquece tu espíritu.

 

—Déjate de chorradas, Discóbolo, lo mío en el chat son las cibermamadas, cuando en realidad lo que quiero es besar unos labios de mujer, aunque tengan sabor a chorizo de pueblo conquense, a empanada mallorquina, a butifarra catalana o a cocido madrileño.

 

—Venga, relájate y vete para el chat. En más de 35 puedes pillar cacho.

 

—Ya estoy tardando.

 

 

MI PULPO

MI PULPO

Ya casi no entro en Internet, me siento sólo entre tanta gente que se esfuerza por intentar que mi vida sea normal, en hacérmela agradable, y mis palabras más repetidas son: “no me apetece, no puedo”.

 

Sólo hago caso a mi animal de compañía, un pulpo de agua dulce que aún no sé si es real o fruto, por llamarlo de alguna forma, de mi imaginación.

 

A veces me anima: “Tú que te comías el mundo, que en mayo del 68 levantabas barricadas en las calles de París, que fuiste una institución respetada en el Tercio, que no te asustaban las bombas que explosionaban a tu lado en Saigón, y tantas veces que te jugabas la vida alegremente..., y ahora, mírate, acobardado, acojonado por nada”.

 

Otras veces me cuenta su vida: “Verás, he vivido varias vidas; ésta es mi quinta reencarnación. En una de mis vidas anteriores fui una araña y tuve una relación maravillosa con la más hermosa araña del Universo. Me enamoré de sus ojos, de la blancura de sus dientes, de sus labios..., de toda ella. Hicimos un viaje de placer a Palma de Mallorca y allí se terminó todo: me pilló en dos infidelidades (sin contar la de la profesora de matemáticas, que me la había perdonado). La primera vez me sorprendió cabalgando sobre la camarera de habitaciones del hotel, y la segunda bebiéndome una fanta en el surtidor de la entrepierna de la mejor amiga de la camarera, mientras ella sostenía una naranja en su boca”.

 

— ¡Qué mentiroso eres, Pulpito!

 

—Ay, calla, si yo te contara... Desde la princesa altiva, a la que pesca en ruin barca...

 

— Anda, déjame descansar y no plagies.

 

Elucubraciones mañaneras de una mente castigada por el insomnio.

Escrito anterior al trasplante.