PULPO EN EL CHAT
—Hola, Pulpito, ¿qué me cuentas hoy?
—Hola, Discóbolo, hoy te voy a contar que estoy harto de hacer el cibergilipollas. Harto de ser alto, moreno, con ojos verdes; unas veces separado, otras casado, dependiendo de lo morbosa que sea la dama contertulia; empresario, abogado, médico o militar..., cuando en realidad soy un frutero bajito, calvo como la entrepierna de la Nancy, con ojos saltones y tripa cervecera tan pronunciada que me impide vérmela hasta para mear.
—Bueno, Pulpito, por lo menos te evades un rato y no haces mal a nadie.
—También estoy harto de leer eso de “soy muy sincera, auténtica e irrepetible”. De que te vendan la moto describiendo un cuerpo de mujer escultural mientras la imagino en bata, con los rulos puestos, un culo que no le cabe en la silla y una cara hecha con un compás.
—Tú, en tu línea: muy positivo. No me negarás que es muy gratificante mantener una conversación amena, de esas que te proporcionan una gran satisfacción, que siempre te saben a poco y piensas que sería estupendo tener a esa persona a tu lado, como amiga, porque te das cuenta que enriquece tu espíritu.
—Déjate de chorradas, Discóbolo, lo mío en el chat son las cibermamadas, cuando en realidad lo que quiero es besar unos labios de mujer, aunque tengan sabor a chorizo de pueblo conquense, a empanada mallorquina, a butifarra catalana o a cocido madrileño.
—Venga, relájate y vete para el chat. En más de 35 puedes pillar cacho.
—Ya estoy tardando.
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jc -